miércoles, 6 de mayo de 2009

Los ciclos de las Flores.

Ahora entiendo porque las grietas malogradas, las astucias, esos pozos engrumados en los párpados del arriba y abajo, esas narices de madrigueras.
Se me metían en esos momentos de deterioro personal las falacias de un porvenir tan lleno de gracia cuando era chica, sentía tanto la mejora de las cosas en los beneficios espontáneos, como comerse un buen helado en la plaza de Olivos, u observar en esa misma plaza a el popurrí de locos degenerados que salían de las alcantarillas. Que ingenuidad creer por ese entonces que comprendía mejor que nunca esos pozos engrumados, que mentira, que porquería sentirlo ahora más que antes; no me hace mas chica sino más pelotuda.
Ahí está el qui de la cuestión: la enredadera. No es la idea intentar poner un montón de palabras tan juntas unas con otras como imperceptibles, siquiera lograr sorprender al lector entre canal y canal de medio y espacio, situando un código como presa, de modo que actúe como red y trampa, aunque lo haya logrado; no es ese el pretexto, sino más que nada en un plasma plasmar la realidad, que no importa más que observar el viejo loco de los huecos en la calle para sentirse adolescente, sino ver el porqué de todas esas cosas para sentirse libre o liberada.
Porque no me siento más presa que de mi misma cuando escribo para querer sacarme la putrefacción de adentro, no me siento liberada, al contrario, me despedazo, como si por un momento algún herbívoro gigante me agarrase y me metiera en un colador lleno de nada y me despedazara para dejarme vacía; puncionada. Yo no ando jactándome de la liberación para encuadrarla en mi pared de logros a los viejo, ni siquiera quisiera ser presa de un papel matriculado o un número para decir en un futuro que todos deberían pasar por eso alguna vez para llegar a algún lado, pero tampoco meto la tiranía en el placar, o en la alacena de la cocina para desayunármela todos los días; sino mas bien, recapitulate la noche y recordá cerrar los ojos para entender porqué son tres acordes los que simplifican tu vida, los que desmitifican las cosas, las que aparentan una des-condensación del ambiente, adrede, bien adrede, bien hijadeputamente adrede y adentradamente, en todas sus formas y glorietas, en cada sueño latente o en cada apariencia.
Yo no recibo los recibos, ni siquiera contrarresto pero mucho menos soy el resto, y si me siento mal lo siento, y de verdad lo siento: me duele.

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